jueves, 29 de enero de 2015

Tarde de Clase (1)

Subímos las escaleras, ansiosos por llegar a clase. Algunos cogerían el ascensor, pero yo no, siempre fui más de ir subiendo peldaños. Me hace sentir como una persona más eficiente y mejor, llámalo egoismo. Voy subiendo, escalón a escalón. Son tres plantas y supongo que es comprensible que la mayoría prefieran directamente coger el ascensor y esperar el tiempo que se tarda en subir andando a que baje y después subir de nuevo contigo dentro.

Subo el último escalón y me siento en la silla esperando a que vengan mis compañeros. Observo el silencio a mi alrededor, es temprano y los despachos que hay en esta planta aun no han abierto, la clase de inglés va a ser el primero en abrir hoy, no contando claramente el aula de estudio que esta a rebosar de gente en estas fechas.

Se abre la puerta del ascensor. El silencio desvanece, pero solo un poco. Los que hablaban mucho en días anteriores hablan poco y los que hablaban poco se han callado. Vamos en una fila alborotada hacia la entrada de la clase. Miro por el cristal a los que están encerrados en el aula de estudio, rodeados por pilas de papeles mordiendose los labios y con los ojos muy abiertos mirando para todos lados como ratas esquizofrénicas buscando la salida de su jaula. Carmen va en cabeza de nuestro pelotón. Ella tiene la llave, no se exactamente porque, no estoy seguro de donde está mi profesor.

"Ahora sube" dicen.

Carmen gira la llave y se oye un suspiro comunitario al sentir el calor asfixiante del aula de inglés: 35 grados en pleno inviero. No se si debe al efecto invernadero que nosotros hemos creado en el atmosfera o el que crea directamente el aula con dos paredes de cristal enfocadas hacia el sol. Quizás ambas cosas. Miro por la ventana y veo todo el valle encadernado por montañas y cielos azules alrededor de la gran jaula de cristal en el que nos encontrabamos. Algunos de mis compañeros habían sacado sus apuntes con la intención de estudiárselo todo una ultima vez antes del examen. Otros se habían rendido y estaban absorbidos por lo que pasaba a su alrededor, su atención vagando de un sitio a otro. Sus caras intentaban estar preocupadas pero su mentes distraidas no les dejaban. Se puede decir que ando entre ambos sentimientos, estaba distraido, viendo el cielo chocar con las montañas haciendo que los ultimos rayos del sol de invierno estallaran. Pero tenía los apuntes en la mesa delante de mi, y un paso es un paso.

Pasan 15 minutos antes de que llega el profesor. No nos mira. Entra por la puerta con la cabeza bajada, haciendo que los rayos de luz reboten de sus gafas creando juegos de sombras casi premonitorias en su cara. debajo del brazo lleva un gran paquete negro, debajo del otro un fajo de folio recien impresos.

El profesor deja el paquete negro en la mesa detrás de él. Y empieza a repartir el folio impreso boca abajo con el orden de no darle la vuelta hasta que él lo dijera. Me da a mi uno. Claramente mi mente vaga del blanco impoluto del papel hacia la caja negra de la mesa. Quería abrirlo y saber que había en su interior. Desde donde estaba se veía que era una caja de madera pintado de madera, quizás llevaba algo escrito, no lo veía muy bien. Estaba cerrado por un cerrojo de bronce muy pequeño. Las cosas cerradas con llave siempre guardan secretos. Miré de nuevo a la blancura lisa y aburrida del papel delante de mi. Guardé mis apuntes como mandó el profesor y volvió mi atención hacia la caja negra.

"Podéis darle la vuelta al examen" Lo hice y sentí el familiar agobio de mirar por primera vez las preguntas de un examen. "Tenéis una hora. Por favor, no hagáis un mal uso de ella".

Y con eso empezamos, y él se sentó. Y se quedó fijamente mirando el cerrojo de la caja. Como mira un niño a algo que sabe que se romperá si se sacia de sus infinitas ganas de tocarlo.

Ahí se quedó él mirando la caja, y yo me quedé mirando como, y el sol dejó de estallar por la ventana.

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